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Un Latido en el Sur
Un chispazo
Un latido
Un crujir burbujeante
Un momento acuoso y obscuro
Un hito inesperado.
Sin ser de teatro
se cumplieron los buenos deseos
expresados a viva voz desde antaño:
Break a leg
Lluvia, arena y mar
No se ven las estrellas.
Apagón acaso
Sólo dolor y nada alrededor
Solo.
El sur tuerce su camino
Dispone voluntarioso
una bifurcación entre septentrión
Y mediodía.
La ciencia química
mezcla el cloruro de sodio
con el calcio hecho migajas.
Es noche pasada por agua.
Envejecí de pronto.
La piel, los bigotes,
Las bolsas que son cuna de ojos
se alargaron y palidecieron.
Un paso, otro
A las olas le salen alas
Y el ronroneo también se queda en lontananza
Un latido en el sur
Y unos colores que decoran
la piel en cuadro impresionista
Un despertar diario
Con un incierto mañana, cada mañana
Y siguen los latidos, uno a uno
Continúan los chispazos
No hay paso que dure ni trote que canse.
Navegar en la nada
En el repetir de cada día
en el que no caben
dos en la misma habitación:
el ser y el pensar
el querer y el poder
el ánimo enyesado.
Hay un momento delgado
que deja en el aire
la pieza dórica que guarda
el paso acompasado
que cuida el templo
pleno de luz
después del mediodía.
Solemnes se escuchan
las chispas de luz
que truenan en silencio
a cada latido en el sur.
Apagón
En medio de un apagón,
refugiarme del clima agreste
calentarme en la fría oscuridad
del silencio
sin voz
…sin truenos.
No debería estar hoy aquí
No debo estar frente a una computadora ahorita. No con esto que pienso, esto que siento, ésto que vivo.
No debería tener acceso tan fácil al mundo mediante el internet precisamente en este instante.
Pudiera decir cualquier cosa que no se borraría con el arrepentimiento, que podría divulgar mas allá de las fronteras de la imaginación.
No debería de estar tan cerca de mis manos este teclado blanco, que es arma, que es un instrumento incendiario.
No debería estar yo, despierto, soñando estas cosas de redes y consignas, de mensajes que trascienden, de voces que se callan… que las callan… que te callas.
No debería estar escribiendo en este chismógrafo moderno iracundo, navaja de doble filo.
No debo estar entonces hoy aquí, en este lugar, en este momento.
MMM- 2014
36 horas de aprendizaje
A José Luis, a Coteto.
De miércoles temprano a esta noche de jueves han sido 36 horas exhaustivas, dolorosas, insomnes. De mucho pesar, pero también, como siempre de un profundo e intenso aprendizaje que comparto con ustedes, mi familia, porque compartir es una palabra que aprendí es muy necesaria en esta vida.
Han sido horas sorpresivas, de extrañeza, de llanto profundo convertido en ojos secos y rojos, en húmedos párpados, en voces apagadas; en rápidos resuellos respiratorios interrumpidos, inundados, trepidatorios. Han sido horas de tratar de entender, de ver en la oscuridad, de treparse en policíacos y sesudos análisis de mentes criminales ininteligibles. Han sido horas de charlas encontradas, de emociones cerebrales enfrentándose a claros pensamientos del corazón.
Han sido también momentos de encuentros ansiados siempre, abrazos fraternos, corazones encontrándose a través de los pechos unidos en abrazo, tratando de sintonizarse en la misma cantidad de latidos y frecuencias cardíacas. Momentos de incredulidad, en el que no creemos ni aún viendo, en el que no logramos imaginar cómo pudo haber sucedido esto o transcurrido aquello. Tiempos de lucha de párpados pesados, llenos de sueño e insomnio al mismo tiempo. Tiempos de controversias, de choques, de oposición, algo así como tiempos de guerra y paz al mismo tiempo, algo así como de familias divididas que se unen en un solo pecho, en uniones que se materializan a la velocidad del calor de una bala quemando masa encefálica.
He aprendido en estas horas de doble dolor que soy enemigo implacable del silencio, del vacío y de la oscuridad. Que no debemos ocultarnos nada que nos duele o que nos hace felices; que nos atemoriza o que nos excita; que nos hace dormir o que nos quita el sueño; que nos procura o nos retiene; que nos llena o que nos vacía.
He aprendido que la vida está prendida de un corto y brillante hilo de plata que se puede romper en un segundo, por manos propias o extrañas. Que la vida es brevísima e inexplicable. Que la muerte es un hecho irrevocable y que sucede todos los días a nuestro alrededor.
He aprendido, pues, en estas horas largas para el cansancio y cortas para el entendimiento: que sólo tengo una familia y que esa familia es la única que tengo. Que es muro imponente, raíz profunda, tronco sano que ha permitido que yo sea una rama que se extiende estrenando hojas y pétalos en mis hijos y en quienes ellos habrán de elegir para continuar fortaleciendo este árbol que al mismo tiempo soy y del cual vengo.
Hoy aprendí que con un abrazo silencioso se pueden decir tantas y tantas cosas que ninguna palabra termina de describir.
Me despido hacia el descanso, pues, con un abrazo parejo para todas y todos ustedes, mi familia.
MMM
Silencio Musical
No soy un caballero de esos que hacen silencios musicales.
No nos habla la muerte de la muerte
No son las cenizas las que nos hablan de la muerte, ni los huesos corroídos, ni la piel ajada o hinchada por el éter. Ni cuerpos mutilados, ni la sangre seca, nI los gusanos en que piensas comiéndose los cuerpos.
Tampoco son los cánticos y rezos, ni las flores de muerto, que huelen a muerto.
No nos habla de la muerte la urna o el féretro o el calor sofocante de las velas, ni las lágrimas, ni los abrazos de consuelo.
Es este silencio en la garganta, este ir y venir sin aliento. Es precisamente la ausencia del aroma de vida en el ambiente con viento.
La muerte nos habla de la muerte con una ennegrecida voz, seca y hueca. Nos habla con polvo pegado a las paredes, con un ruido mohoso, nos habla con silencio.
Ni siquiera las sombras que proyectan los brazos desnudos del viejo árbol, dibujadas o recortadas traviesas en el suelo, nos hablan de la muerte.
Ni las cruces o lápidas, ni los fúnebres cortejos, ni los bellos y fríos poemas repetidos en las esquelas de los diarios o esculpidos en mármol. Ni las tumbas y altares. Ni la música triste, ni los trajes negros.
Es esta ausencia interna, es este espejo eterno en el que veo.